Un día, Jesús estaba sentado en el interior de una casa, tan llena de gente que no había lugar para que nadie entrara ni pudiera salir. Cuatro amigos de un hombre muy enfermo le llevaron en una camilla hasta la casa. El hombre estaba paralítico y no podía moverse.
Jesús miró a los cuatro amigos y vio la fe que tenían en él. Después le dijo al hombre enfermo: "Hijo mio, tus pecados te son perdonados"
Los jefes judíos que escucharon las palabras de Jesús se enfadaron porque Jesús no tenía derecho a perdonar pecados: "sólo Dios puede hacerlo", dijeron.
Jesús sabía lo que estaban diciendo. "¿Qué es más fácil" les preguntó, "perdonar a un hombre por la cosas malas que ha hecho o hacer que vuelva a andar? Para demostraron que tengo el poder de perdonar pecados..." Jesús se volvió al hombre tendido en la camilla. "Levántate, recoge tu camilla y vete a casa", le dijo.
Sin decir una palabra, el hombre se puso de pie inmediatamente y, tomando su camilla, salió de la estancia y se fue a su casa, dándole gracias a Dios.
Las personas que estaban en la casa se maravillaron alabando a Dios. Nunca antes había visto nada igual.
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